Tabanera de Cerrato: la cultura ya estaba aquí

799

PaCO TE ACERCA INICIATIVAS QUE ESTÁN REVITALIZANDO LA VIDA RURAL EN LA PROVINCIA. VISITAMOS TABANERA DE CERRATO, DONDE LA CULTURA LATE CON FUERZA EN PLENO CORAZÓN DE LA COMARCA

Que el medio rural está desprestigiado se sabe desde hace mucho, y la imagen que se tiene de la vida en las poblaciones pequeñas no ayuda. Se piensa, sobre todo, en la falta de servicios (sanitarios, educativos, administrativos y de ocio), de opciones de empleo o de comunicaciones. Por eso, un pueblo no suele ser la primera opción como lugar donde establecerse.

En los últimos meses ha cobrado fuerza la llamada de atención sobre la dramática despoblación de municipios pequeños y medianos de España (siendo Castilla y León una de las Comunidades que más la sufren), pero el fenómeno no es nuevo y lleva décadas necesitando medidas urgentes. Sin embargo, esta situación no ha impedido que progresivamente más personas se estén trasladando al entorno rural para llevar una vida que las ciudades permiten cada vez menos. Buscan otros ritmos, otras formas de relación con el entorno, otros modelos productivos y de consumo, y reivindican el valor y las posibilidades que los pueblos tienen en estos sentidos.

Cuando en 2012 Héctor y Carlos, cofundadores del colectivo multidisciplinar El Naán, llegaron a Tabanera de Cerrato después de años de formación y viajes por el mundo con sus proyectos teatrales y musicales, la localidad contaba con 30 personas; casi nada frente a las 800 que tenía en los años cincuenta del siglo pasado. En siete años, la población se ha duplicado, en gran medida gracias a las iniciativas de recuperación cultural que han emprendido durante este tiempo.

La Universidad Rural Paulo Freire del Cerrato

«Teníamos amigos en Amayuelas de Abajo», una localidad referente de la recuperación de las regiones despobladas en la provincia, que fue la principal de las nueve universidades rurales Paulo Freire (URPF) en España; «nos animaron a entrar en la red», cuenta Héctor. «Ahora somos la universidad más activa porque el proyecto de Amayuelas paró». Al calor de la URPF, se han instalado en Tabanera siete colectivos (diecisiete personas en total) con sus propios proyectos, que tienen su espacio de trabajo en la sede de la universidad, ubicada en el antiguo Salón de Baile: un edificio de tres plantas que una familia del pueblo les cedió a cambio de su rehabilitación y mantenimiento. También cuentan con la propia red de la universidad, que es cada vez mayor. «Casi todos los que han venido han comprado casa porque la vivienda es muy barata aquí (además, se promovieron viviendas sociales). Si hubiera alquiler habría venido muchísima más gente. Nos llegan propuestas todas las semanas».

La filosofía de las universidades rurales es recuperar los saberes antiguos y las técnicas perdidas propios de cada lugar. La del Cerrato partió de la recuperación del ocio: «pensamos que la vida en comunidad no es solo lo material sino también lo simbólico, lo artístico. La fiesta, la música, el baile y el rito eran una parte fundamental en las sociedades campesinas. Las comunidades se entrelazan y encuentran en los ritos, en el sentido antropológico. La gente hacía su propia música, sus propios instrumentos y sus propios bailes. Y todo era autogestionado: no tenían que gastar dinero para pasalo bien».

Una de las primeras actividades que la URPF llevó a cabo fue la recuperación del paloteo de Tabanera, que llevaba décadas sin hacerse. «Nos pusimos a sacarlo con la gente mayor del pueblo, y eso fue muy importante porque creó unión». A raíz de eso, han organizado numerosos cursos (de plantas medicinales y comestibles, de doma de caballos, de bioconstrucción, de música y baile tradicionales, de técnicas textiles, de arqueología experimental…), con los cuales se financian, y actividades, como las plantaciones populares que llevan a cabo anualmente junto a ARBA y Ecologistas en Acción, o el Festival de la Tierra, que aglutina música, cine y documentales, recitales, juegos populares, talleres y comidas. «Este año estamos en barbecho porque ha habido un interés repentino y estaba creciendo demasiado. No puedes traer a un pueblo de estos una cosa gigante porque va contra lo que quieres».

Proyectos en Marcha

Como en toda universidad que se precie, en la URPF también se investiga. Actualmente, son siete los proyectos alojados en la segunda planta del edificio: por un lado está El Naán, la agrupación en torno a la cual se articuló la apuesta vital y cultural de Tabanera, enfocada en la búsqueda de la “soberanía de la alegría”; Cabeça de Vento, la compañía teatral de la portuguesa Sara Leite; La Abuelita Ceiba, un proyecto de cosmética natural elaborada con plantas del Cerrato, impulsado por Alicia y Lidia; Y la cabra tiró al monte, la productora audiovisual de Javier Valdezate, autor de una serie de documentales sobre personas que se han trasladado al entorno rural; Trashumante, la iniciativa musical de Carlos Herrero (integrante de El Naán); La Trama, proyecto de Marta Valdivieso centrado en la recuperación de las artes textiles (hilado, cardado, tintes, telares…); y Arqueología experimental, la propuesta formativa de Héctor Castrillejo (componente de El Naán) en torno a los saberes prehistóricos (creación de fuego, talla lítica, tecnologías de caza, trazología, curtido de pieles, construcción en adobe…).

Todas estas iniciativas se suman a la agenda de actividades de la URPF en forma de talleres, cursos y charlas, con los que buscan recuperar y difundir conocimientos ancestrales. Los imparten en la planta baja y en el desván del edificio, donde también tienen un albergue para que la gente pueda quedarse a dormir cuando los cursos duran todo el fin de semana.
Mantente al tanto de todas ellas a través de su página de Facebook o de su blog.

La dignidad de la cultura rural

Por la URPF han pasado ya cerca de 4000 personas con el mismo objetivo de aprender y compartir conocimientos, que fue lo que motivó el proyecto. «Que la gente de la ciudad se forme en el pueblo es darle dignidad al pueblo», afirma rotundamente Héctor.
La dignificación pasa por reivindicar saberes que hoy están denostados y que pueden solucionar muchos de los problemas actuales, comenzando por la sostenibilidad y la autosuficiencia. «El modelo urbano nos hace dependientes. La gente antes era capaz de tener todo el ciclo de la vida más o menos resuelto. El progreso, para esa mentalidad, era saber valerse: la gente se construía su propia casa, cuidaba a sus hijos, a sus animales, producía sus alimentos… No se trata de volver a vivir como hace un siglo. El problema es que, cuando se eligió el modelo urbano, se desechó todo lo que tenía que ver con el pueblo, y hemos perdido esa conexión».

El caso de Castilla y León es paradigmático. Para mucha gente es una región atrasada y nada atractiva porque no se nos ha enseñado a valorarla. «La propia gente de los pueblos piensa que no sabe nada, que son paletos, aunque saben de lo más importante: gestionar el paisaje, el agua, los ciclos naturales, los alimentos… El conocimiento que se ha generado aquí está a punto de desaparecer. Es una tragedia porque la transmisión generacional se ha parado en los últimos cincuenta años. Con cada anciano que muere, se pierde una biblioteca».

El valor de nuestra herencia

Estos saberes son nuestro patrimonio cultural y forman parte de la identidad castellana. «Yo mismo la rechazaba», confiesa Héctor. «Pero luego, viéndolo desde fuera, te das cuenta de que este es un sitio muy raro y muy interesante. En África, por ejemplo, la construcción en adobe que hacen tiene al mundo occidental flipando, pero es algo que ya teníamos aquí. La mayoría de las casas de Tabanera, incluso las nuevas, están hechas de adobe y tienen gloria. Es increíble que esto no sea una bandera de Castilla y León».

Con la música tradicional de aquí ocurre lo mismo: también está infravalorada. «Castilla tiene una de las mayores riquezas rítmicas de España. Pero yo creo que, por ese complejo que tenemos, poca gente la toca con orgullo ni con potencia. Precisamente, por Castilla ha pasado todo: ritmos celtas, judíos, árabes, africanos… Nuestros ritmos son étnicos, no folklore. Castilla fue tierra de migración. Los gallegos y los asturianos han migrado mucho, pero los castellanos también: se han ido generaciones enteras y no tenemos consciencia de ello. Pasamos desapercibidos fuera; desaparecemos».

Por eso, desde El Naán, grupo con el que están adquiriendo un reconocimiento cada vez mayor, se sirven de nuestro patrimonio musical para buscar la raíz étnica castellana. «Pero solo como inspiración, porque la música que hacemos es actual. Nosotros no hacemos música tradicional. Es música del siglo XXI, son canciones nuestras».

Y es que a veces no hace falta irse lejos para encontrarnos a nosotros mismos, o lo necesario para generar conocimiento nuevo a partir de nuestra herencia común. En este caso, basta con desplazarse treinta minutos al este de Palencia.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here