Crónica de PaCO de la visita a la colección Eugenio Fontaneda, asentada en la magnífica fortaleza del siglo XV de la localidad terramcampina.

El ‘Recorrido Secreto’ muestra las estancias interiores de la Torre del Homenaje, actualmente habitada

Una vez escuché que, de tanto pasado que tiene Castilla, le cuesta mirar al futuro. Eso ocurre con la arquitectura militar: la mayoría de los castillos han desaparecido. Pueblo a pueblo se ven sus muros ruinosos resistiendo al olvido. Sus sillares fueron expoliados por los lugareños, que desconocían su valor histórico pero sabían de su valor constructivo. Suerte que a veces surgían personas empeñadas en salvar ese patrimonio.

Fue el caso de Eugenio Fontaneda, quien dedicó gran parte de su vida a conservar el Castillo de Ampudia y, además, le dio un contenido, convirtiéndolo en custodio de su impresionante colección de objetos históricos. Aún no he salido del asombro que me ha causado la visita al castillo que realizamos el equipo de la revista y yo. Pudimos ver la colección habitual de las estancias inferiores, pero también el conjunto del edificio, incluidos los salones que hoy habita la familia Fontaneda.

Un privilegio que está al alcance de cualquiera, pues se ofrece la visita guiada ‘Recorridos Secretos’ para grupos de entre 5 y 15 personas, previa reserva, por un precio de 20 euros por cabeza. No están permitidas las fotos, tampoco para nuestros periodistas. “¡Dejaría de ser secreto!”, apunta Eugenio Fontaneda hijo, que lleva las riendas de la Fundación que preserva la colección de su padre, fallecido en 1991.

La veterana guía María José dirige la visita. Lleva más de 30 años haciéndolo. “Soy parte de la colección”, bromea. La vida de esta ampudiana está ligada a esta fortaleza señorial del siglo XV, erigida sobre otra anterior, del XII. Es tal la pasión que transmite, que el público se desliza por sus palabras y capta la importancia de cada una de las piezas que tiene delante.

Comenzamos por las estancias de la visita normal, que arranca en la Sala de Arqueología, un pequeño espacio que muestra la importancia de yacimientos de la zona, desde la Edad del Bronce hasta la época romana o visigoda, sin olvidar los hallazgos encontrados en asentamientos vacceos como Monte Bernorio. Estelas, hachas, miliarios, monedas… Objetos cotidianos que son ejemplo del valor arqueológico de esta tierra y que Fontaneda reunió evitando su dispersión.

Le sigue la Sala de Arte Sacro, un muestrario fascinante de piezas litúrgicas y esculturas de gran valor artístico, como el Calvario manierista de Juan de Ancheta. Piezas que nos sorpenden, aunque todavía no sabemos que, arriba, en el ‘Recorrido Secreto’, veremos muchas más, también de estilos románico y gótico. Junto a la sala de Arte Sacro asomamos la cabeza para ver el pequeño rincón de los juguetes. No se permite acercarse más: algunos no resistiríamos la tentación de ponernos a jugar con las muñecas de porcelana, triciclos o títeres.

Me gusta especialmente la Farmacia, que mezcla los objetos de las boticas antiguas con elementos fantásticos y piezas de cirugía medieval, dándole al conjunto un aire hereje que nos transporta a la época en la que cualquiera podía acabar en la hoguera. En este punto María José matiza: las salas no son museos al uso, sino que están “tal como Don Eugenio quiso que estuvieran, con ese ambiente de colección” que le da cierto desorden milimétricamente estudiado, capaz de recrear una magia excepcional.

La colección de armas es la favorita de los niños que visitan el castillo, y no es de extrañar. Pero aún nos queda por ver la zona etnográfica, testimonio de la cultura de la zona del Campoo y otros territorios palentinos. Desde el Patio de Armas contemplamos cómo realizó Don Eugenio la restauración del inmueble, que había sido expoliado, incluidos los artesonados, vigas e incluso sillares de los muros. “Lo compró en 1960 y comenzó una restauración pura, sin intervenir en su estructura”, indica la guía. Utilizó estilos y materiales constructivos acordes con este castillo señorial renacentista que, aunque había permanecido cerrado desde el siglo XIX, no había entrado en ruina hasta principios del XX, tras el derrumbe de su cuarta torre. 

Durante los años 50 sufrió un expolio que lo hubiera hecho desaparecer de no haber intervenido Fontaneda. Y accedemos, por fin al ‘Recorrido Secreto’, que comienza en la Torre del Homenaje, con su angosta escalera de caracol y sus muros inquebrantables de 5 metros de grosor. No desvelaremos los secretos: al contrario, os animamos a descubrirlos reservando la visita.

Tan sólo diremos que en el interior del Castillo llegamos a imaginarnos parte de la Corte de Carlos V, que pernoctó aquí durante su primer viaje a España, del que ahora se cumple medio siglo; que vimos erizar nuestra piel contemplando desde arriba las mazmorras o “pudrerías”, que admiramos las mejores vistas de Tierra de Campos desde su Paseo de Ronda o que imaginamos fácilmente cómo era la vida del Señor del Castillo en el Salón del Trono, donde tuvo lugar la firma del traslado de la capital del reino de Valladolid a Madrid en 1606 por parte de Felipe III.

Gracias a esta visita somos, quizá, más conscientes del vasto patrimonio que atesora Castilla, frágil y vulnerable, y de la gran labor que Fontaneda realizó en pro de su conservación.

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