Asier Aparicio: «me gusta retarme, no contar siempre las historias del mismo modo»

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El ángel sobre las olas (M.A.R. Editor) se tiene que leer en julio, cuando los palentinos nos vamos a Comillas y el mes en el que se ambienta la historia. Así que quedo con Asier Aparicio (1976, nacido en el País Vasco y afincado en Palencia) para saber más sobre esta novela, que ha ganado el I Premio Villiers de l’Isle Adam de Novela Fantástica.

En Comillas hay dos tipos de veraneantes: los que miran al mar y los quemiran al ángel. ¿El libro es para los segundos?

Es para los dos: por un lado ese ángel del cementerio, el ángel exterminador, es el hilo conductor de la historia. Pero la historia está muy ambientada en el mar, que es testigo del amor y de la muerte, los dos grandes temas de esta novela, como buena novela romántica que es (en el mejor de los sentidos). Y el ángel nos cuenta historias del mar…

En El Árbol Nazarí se inspiraba en La Alhambra. También se ha inspirado en La Olmeda, el Canal de Castilla… Y ahora en la arquitectura modernista de Comillas. ¿Las historias se las cuentan los edificios?

¡Es verdad! Cuando viajo, hay lugares especiales que me están inspirando una historia. Como en Las Voces y las Piedras, me gusta dar voz a las piedras, que merecen ser protagonistas. Están ahí por algo y quien las colocó tenía pasiones, tenía una vida. Además, yo estuve dos años, durante un mes entero, en la Universidad de Comillas como monitor de campamento: esta historia me la debía.

O sea que el la Universidad de Comillas ya le había contado esta historia…

Sí, además, si lo visitas ahora, después de la restauración, ya no es lo mismo, ha perdido aquel encanto fantasmal que tuvo hasta que se clausuraron los campamentos por amenaza de ruina. Nosotros, incluso, organizábamos un pasaje del terror con los niños en la Universidad vieja. Tenía que contar la historia tal como era el edificio entonces.

Se centra en personajes adolescentes, como sus alumnos de aquellos campamentos

Son dos historias paralelas: por un lado, la que ocurre en torno al año 2000, época en la que yo era monitor. La protagonista es una adolescente que va al campamento a regañadientes y se encuentra con un amigo, Gabriel, que le propone investigar un antiguo misterio: la muerte de un alumno que en el siglo XIX se arrojó desde una habitación del ático. Eso nos lleva al pasado y al otro hilo de la novela, una historia de amor entre la hija del Marqués de Comillas y un barquero de Barcelona…

Como en El Árbol Nazarí

Es la misma estructura, las historias del pasado y el presente se entrelazan y encajan perfectamente.

Tienen en común esa realidad onírica, la confusión entre la verdad real y la verdad sentida…

Totalmente. ¿Qué es sueño y qué no? ¿Qué es realidad qué es ficción? Esa confusión de la niña… ¡Bueno, no haré spoiler!

¡No por favor! Paremos aquí. ¿Cómo, siendo joven, ha escrito tanto? Usted no duerme…

Tengo la suerte de que me quedo muy bien con las cosas y, cuando me pongo a escribir, la novela ya está escrita en mi cabeza, así que fluye. Es verdad que escribo relativamente rápido. Otra cosa es pulir el lenguaje, revisar la novela… Ésta en concreto llevaba cinco años escrita, en realidad es anterior a El Árbol Nazarí.

¿Y por qué?

Por no agotar al lector, para darle una oportunidad y presentarla a concursos…

Y lo ha ganado

Sí. Pero es verdad que es la novela que más he tardado en publicar, y no por ella la he revisado más. Si vuelves sobre algo que has escrito hace años lo puedes destrozar.

Usted ha cambiado…

¡Claro! Yo soy otro, pero si lo escribí hace cinco años y entonces me gustó, ése también era yo. La hipercrítica con uno mismo te puede hacer daño.

De todos los palos que toca (teatro, relatos, infantil…), ¿es este género, con tintes históricos, el que más le define?

Sí, me gusta la novela histórica, pero creo que en general me gusta la narrativa. El anterior libro, ¡Tócala Sam!, era de relatos de actualidad, por ejemplo. También me gusta retarme, no contar las historias siempre del mismo modo. Como lector, me gustan las historias que me tratan de inteligente, que quizá descolocan la trama, pero el cerebro es listo y sabe recomponerla. Y me gusta el teatro, mi otra gran vocación. En mis novelas se nota en los diálogos. A veces el narrador estorba, porque los mejores narradores son los personajes. Hay que dejarlos hablar.

¿Qué tiene en mente?

¡Descansar! He estado con oposiciones y quiero centrarme un tiempo en la docencia, la familia… Tengo ideas, pero no quiero agotar a los lectores. Si no, estaré siendo un mal camarero, os estoy sirviendo demasiados platos…

Yo le leo y no comparto esa idea…

¡Mejor! Pero no quiero cansar, quiero escribir a mi ritmo.

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